Miguel Saro cree que esta herramienta debe ser básica para disfrutar de una democracia más directa, que el ciudadano pueda decidir en qué invierten su dinero y en qué zonas de la capital.
Miguel Saro, candidato a la Alcaldía de Santander por Izquierda Unida, intervino ayer junto con el economista Antoni Montserrat i Solé en una charla sobre presupuestos participativos en el salón de actos de CCOO. Para el abogado santanderino es importante que los ciudadanos puedan participar de una forma más directa en uno de los aspectos más importantes de la gestión municipal: el gasto en inversiones.
Para Miguel Saro el objetivo de este sistema que propone Izquierda Unida para la capital cántabra es “conseguir la participación de toda la sociedad santanderina en la toma de decisiones sobre el presupuesto de inversión municipal, que supera el 15% del total dividiéndola por zonas”. De esta manera, Saro considera que “se extendería a los diferentes barrios de la ciudad la decisión sobre las obras prioritarias de inversión y se evitaría en gran parte la especulación y corrupción alrededor de la construcción y del urbanismo”. Para el economista catalán “los presupuestos participativos no son un invento del diablo, son una necesidad de la sociedad” y por eso existe tanto miedo de los poderes políticos a perder esa cuota de protagonismo.
“Debemos fomentar la corresponsabilidad en la toma de decisiones, expropiando estas al equipo de gobierno del Ayuntamiento o incluso sacándolas del despacho del propio Alcalde y de sus constructores de cabecera para favorecer un reparto equitativo de los recursos públicos y una gestión transparente. Es mejor expropiar estas cosas que no las casas de vecinos, muchas veces sin criterios entendibles por la mayoría. “La parte del presupuesto destinada a inversión se debe decidir entre todos”, argumentó Saro. Izquierda Unida propone insertar en el ciclo anual presupuestario un procedimiento de democracia real que involucre no solo a expertos sino también a las asociaciones de vecinos, partidos de la oposición y sobre todo a los ciudadanos individuales.
“Es una fórmula de corresponsabilidad para vertebrar el tejido asociativo a través de las políticas de inversión e infraestructuras y de alejar los intereses privados en connivencia con algunos gestores políticos de nuestro patrimonio común”, explicó Miguel Saro. Los presupuestos participativos ya se han puesto en práctica en muchas ciudades y pueblos del mundo, también en España. Esta herramienta de democracia directa se puso en marcha por primera vez en la ciudad brasileña de Porto Alegre en 1988, un municipio con más de un millón y medio de habitantes. El presupuesto de inversión se divide por zonas y son los vecinos los que deciden en qué lo gastan.
Se habla muy poco en España de presupuestos participativos por ese temor de los partidos a no ser ellos quienes repartan el dinero de las inversiones a las constructoras. Antoni Montserrat se mostró muy crítico con esas actitudes despóticas de los alcaldes, y a las que estamos acostumbrados en Santander: “No se puede reformar un barrio sin los vecinos”. Ejemplos como el del barrio burgalés de Gamonal o la Senda Costera del Litoral Norte en la capital son buenos motivos para hablar de presupuestos participativos como opción de futuro en la política municipal.