Tribuna de Leticia Martínez Osaba, Coordinadora de Izquierda Unida de Cantabria, sobre el presente y futuro de IUC y de Cantabria.
El pasado día 10 de junio fui elegida por mis compañeros de Izquierda Unida de Cantabria como Coordinadora. Es una responsabilidad que asumo con orgullo, y desde luego plenamente consciente de la carga de trabajo que implica para la nueva dirección. Son muchas las tareas que debemos acometer si queremos cumplir con los compromisos adquiridos con la militancia. En un momento histórico en el que la izquierda en España se encuentra inmersa en un período de acumulación de fuerzas que aspira a constituirse en poder alternativo, nosotras en Cantabria aspiramos a conquistar para los ciudadanos el poder de las instituciones.
Desde luego una de esas tareas consiste en atender y acercarse a los conflictos laborales latentes en Cantabria, fruto de las sucesivas reformas del PPSOE, y nuestra primera actuación como dirección de IUC ha sido dar voz a las trabajadoras de Mercadona, reunirnos con los representantes de los trabajadores del CAD de Sierrallana, y continuar apoyando a las trabajadoras de La Gallofa que tuvieron que defender sus derechos en los tribunales.
Pero junto a la presencia en el conflicto, también debemos desplegar la más intensa actividad institucional de la que seamos capaces. Pese a los intentos del PP por difuminar por completo la capacidad de los ayuntamientos, en el poder municipal sigue radicado uno de los frentes desde los que debemos construir alternativa.
Estos días se ha celebrado en el Parlamento cántabro el debate sobre el estado de nuestra comunidad autónoma. Asistí desde la tribuna de invitados al intercambio de argumentos y reflexiones entre el presidente Revilla y las fuerzas de la oposición. Un duelo estéril entre posiciones previsibles casi hasta la coma, que permite contemplar espectáculos tales como el PP exigiendo medidas respecto a la financiación de Valdecilla. Con un fingido interés en la sanidad pública cántabra, después de haber privatizado el hospital de referencia del norte de España. La entonces consejera de Sanidad, responsable de la operación que entregóValdecilla en manos de las constructoras, es hoy la portavoz del PP que exige al Gobierno la defensa de la sanidad de los cántabros. Impostura.
Tampoco estuvo mal la del presidente Revilla y su alegato sobre el agua del pantano del Ebro. Como si él no tuviera vinculación alguna con el asunto, como si su anterior ejecutivo no hubiese sido llevado a los tribunales a cuenta de la política de bitrasvases. Es cierto que la propuesta del gobierno de Rajoy referente al embalse de Alsar es tan absurda como arbitraria, y carga de razones a un experto en el escaqueo a costa de factores ajenos a su responsabilidad. Revilla siempre tendrá en el ejecutivo de Madrid al culpable propiciatorio de cualquier deficiencia o desastre en el Gobierno de Cantabria. De tanto blandir la autonomía y la conquista de un espacio para Cantabria, ha terminado subordinando la política cántabra al duelo que protagoniza desde hace años con sectores del PP reacios a pactar con él dejándole en la presidencia. Un duelo que en estos instantes mantiene al propio PP en estado de fractura, a la espera de que sea posible soldar antes que cortar. Y en medio de todo, Cantabria y sus ciudadanos, convertidos en convidados de piedra frente a unas dinámicas que ignoran por completo sus intereses o necesidades.
El viejo eje que protagoniza la política en Cantabria, consistente en reducir las opciones a feudo del PP o feudo de Revilla, tiene ya más pasado que futuro. Después de una década de constantes recortes, el espejismo de la recuperación no servirá para nada más que enardecer aún más los ánimos, que como estamos comprobando va de la mano de la precariedad.
Debemos ofrecer ya una alternativa a ese escenario grisáceo que convierte a la política parlamentaria en Cantabria en el hogar favorito de lo predeterminado. La recuperación de la gestión pública de Valdecilla en su integridad, debe ser un objetivo prioritario para nuestro ejecutivo, la política territorial y medioambiental puede y debe ordenarse de manera sostenible, los conflictos laborales que discurren en Cantabria, pueden y deben ser atendidos. Más allá de las competencias particulares, existe la vocación y la capacidad de un Gobierno de no refugiarse en las supuestas imposibilidades, y avanzar siempre en pos de la mejor atención a sus ciudadanos. El poder legislativo que ostenta el Parlamento de Cantabria debe ser ejercido con el único horizonte de satisfacer las necesidades y las aspiraciones de los cántabros. No es un tablero sobre el que jugar desde Madrid las partidas pertinentes.
Con ese objetivo trabajamos desde IUC, desde los ayuntamientos y desde la organización regional. Presentes en los conflictos y las movilizaciones, y defendiendo en las instituciones los servicios municipales, la remunicipalización, la contratación pública, la puesta al servicio de los vecinos del poder local.
Porque el futuro nos pertenece si tenemos el valor de conquistarlo, me gustaría terminar animando a todos a organizarse, a participar, a pelear unidos. La lucha de la clase obrera, las condiciones de vida de los trabajadores, que son los más, la inmensa mayoría, merecen de todo nuestro esfuerzo en su defensa.