Por Fernando Agúndez de la Cruz,miembro de IU Camargo y participante en las Marchas de la Dignidad de Cantabria
A pesar de la notable sacudida recibida por el sistema bipartidista, el largo ciclo electoral reciente no ha supuesto cambios apreciables en las políticas de austeridad, causante de un gran sufrimiento a la mayoría de la población.
La persistencia de los motivos que llevaron a la convocatoria de anteriores ediciones de las Marchas por la Dignidad ha llevado a multitud de organizaciones sociales a repetir el llamamiento para el 27 de mayo en Madrid.
Llevamos prácticamente una década perdida, y el resultado se resume en un gran negocio para los capitales financieros, que han recibido una inyección de dinero público histórica, acompañado de una Gran Depresión para las clases populares.
Aunque algunas cifras macroeconómicas se recuperan tímidamente (veremos durante cuánto tiempo), las mayorías sociales ven mermar su nivel de vida hasta extremos intolerables en una sociedad avanzada.
Que en un país como España, con un nivel de riqueza más que aceptable en los parámetros mundiales, se esté hablando de carencias en la alimentación, especialmente de niños, de pobreza energética o de desahucios masivos, sólo se explica por un incremento de las desigualdades sin precedentes en mucho tiempo.
La lógica capitalista de la acumulación y del crecimiento exponencial demanda una enorme legión de desamparados, con la que sostener los privilegios de una minoría que, en su codicia sin límites, nos lleva al cataclismo ecológico, también el de ellos.
La desigualdad social alimenta los beneficios de esa minoría privilegiada, que mantiene su estatus por el poder de clase de que disfruta, pero también es fuente de contestación por los que lo están perdiendo todo y a la que los primeros reaccionan con represión.
La “Ley mordaza” contra manifestantes, piquetes de huelga, twiteros y titiriteros o cualquiera que se atreva a discutir el orden impuesto, se contrapone con un trato favorable a corruptos y defraudadores fiscales, a modo de recordatorio de tiempos pasados en que no conocíamos la democracia, ni por las apariencias.
Porque de eso se trata, de Democracia en todas sus vertientes. La que significa una auténtica participación de las clases trabajadoras y populares en los procesos de decisión, desde la expresión en las calles, y en los medios de comunicación (incluidas las redes sociales) hasta el voto computado de forma proporcional entre los partidos políticos que concurran a las elecciones “sin dopaje”.
Pero también la que afecta a las condiciones vitales básicas de toda la población, porque sin pan, sin trabajo y sin techo, todo lo demás pierde sentido y se abre un camino peligroso hacia el fascismo, como podemos comprobar en estos tiempos.
La verdadera Democracia es la que concede a los que nada tienen el derecho a expresarse, aunque no sean dueños de grandes medios de comunicación, la que reconoce el derecho a la Justicia, aunque no manejen los hilos que mueven a algunos jueces y fiscales y la que considera que disfrutar de un empleo y una vivienda digna, con comida, electricidad y calefacción, o de la educación de los hijos, la salud y la asistencia social de quienes la necesitan está por encima del cobro de deudas ilegítimas por parte de los bancos.
A pesar de lo sencillo de estas reivindicaciones, la receta aplicada ha sido la contraria, acentuar las desigualdades. Y si las consecuencias son graves, desde el punto de vista del reparto entre clases sociales, lo es más si atendemos a la perspectiva de género.
La carga sobre las mujeres aumenta en forma de cuidados no reconocidos, ni remunerados, aumento de la brecha salarial, pensiones más miserables, mayores restricciones sobre el derecho a decidir sobre el propio cuerpo y, en general, una presión creciente para que olviden los avances conseguidos por el feminismo.
Pan, trabajo, techo e igualdad, éste es el lema con el que acudimos a Madrid el 27 de mayo para reivindicar una vida digna, la que nos niegan la Troika (Fondo Monetario Internacional, Comisión Europea y Banco Central Europeo) y sus esbirros de los gobiernos nacionales neoliberales.
Vamos a cuestionar el papel de las instituciones puestas al servicio de la oligarquía, en España y en Europa. Reivindicamos una Europa social, que tenga por horizonte el pleno empleo y no los intereses de los banqueros, que defienda los derechos humanos más elementales, como el derecho de asilo y abandone el militarismo de la OTAN y los tratados de libre comercio (CETA, TISA, TTIP…), que nos roban la soberanía a favor de empresas transnacionales.
Mientras termino estas líneas, la columna Solidaridad de la que formaba parte el cortejo de Cantabria se va disolviendo con los últimos acordes de la Internacional que resuena en la gran vía. Casi 200 cántabros hemos caminado junto a compañeros del resto del país, en un ambiente festivo y reivindicativo que ha inundado las calles de Madrid durante toda la jornada.
El tremendo calor no ha disuadido a decenas de miles de personas, que no han protagonizado incidente alguno, y han convertido el centro de Madrid en un desfile colorido y justo que hacía las delicias de turistas japoneses asombrados, cámara en ristre.
Multitud de jóvenes militantes de organizaciones de izquierda vendían sus periódicos mientras miles de adolescentes organizados difundían sus consignas a golpe de ingenio y megáfono. La enorme presencia de la juventud en estas marchas ha sido otra de las grandes noticias de la jornada. 200.000 personas, 300.000, 50.000…las cifras en estas ocasiones, se convierten en arietes para confrontar con el adversario.
Aquellos que hemos formado parte de este día de lucha, sabemos que la capital de España no se nos ha quedado grande. La confluencia de las cuatro columnas en la plaza de Neptuno, y su marcha unidas hasta la plaza de España, han ocupado masivamente la calzada durante todo ese trayecto, con una longitud considerable. Y mucha gente en las aceras saludando desde la complicidad evidente.
Ésta ha sido una oportunidad para reunir multitud de mareas, luchas y reivindicaciones sociales, que pueden y deben confluir a favor de la dignidad, para que nadie se quede sin pan, trabajo y techo y para que todas las personas, que nacemos iguales en derechos, podamos ejercerlos en libertad, con respeto a nuestra diversidad.
La lucha es el camino y la lucha con unidad es la única efectiva.
Fuente: El Faradio