Amparo Pérez, santanderina, de los 176.000 y bajando que aún quedamos como residentes en la ciudad, era una habitante de la vaguada de las Llamas, una zona que va a conectar los barrios de Santander con el norte a urbanizar, urbanización justificada en el PGOU de su alcalde en un heroico aumento de población hasta los 240.000 habitantes en el horizonte de 2025 debido a una fulgurante salida de la crisis económica que traiga 65.000 nuevas personas a residir en el SmartDorado. Trabajadora, siendo casi niña dejó la escuela en la posguerra y sirvió en casas donde entendió que en este mundo unos debían mandar y otros obedecer para que los segundos sobrevivieran. Claro está, nadie cotizó por ella, excluida como estaba de las relaciones laborales por las leyes de su época, aunque en casa con el tiempo entrara un jornal pagado por la fábrica de loza donde trabajaba su esposo.
Amparo ha sido arrollada, su casa ha sido demolida y ella apenas ha sobrevivido a su casa 6 días. El tren del planeamiento urbanístico y la previsión del alcalde de aterrizaje de oleadas de migrantes a Santander la ha arrancado como un vendaval de su casa, construida con sus manos y con el esfuerzo de quien ocupa el último lugar en la división del trabajo capitalista, por quien necesita un suelo y piedras unidas por cemento al que asirse y llamarlo hogar para descansar una vez su cuerpo desgastado pida reposo y deje de ser productivo al no poder asear más casas ajenas. Construyó su casa en una zona de huertas donde su clase social, la de quienes se ganaban su sustento con la fuerza de sus brazos, podían, pacientemente, construirse una casa. Le ley está de la parte de la gente seria, piensa el alcalde, y no de vecinos egoístas aliados con alborotadores y aventureros políticos. La ley soy yo. Serio es pretender que Santander tendrá 65.000 habitantes más en 2025 cuando hemos perdido 15.000 en 25 años y estos necesitarán nuevas conexiones para salir de la ciudad sobre la casa de Amparo Pérez. Serio es proyectar un campo de golf que ocupe la salvaje costa norte de Santander o pensar que los cruceros descargarán miles de turistas que, arrobados por la visión de un edificio anclado y reposando donde le salió de sus reales al patrono en mitad del muelle de Albareda, no querrán salir ya de Santander. Serio es invertir en aparcamientos donde no existe demanda, construir viviendas de protección oficial en venta a un precio mayor que la vivienda libre o negociar un convenio urbanístico en San Martín en tiempo record donde solo se refleje el interés de la parte que representa intereses privados.
Hace casi siglo y medio, un socialista escribió que quería un mundo futuro en el que, escapando del estrecho cerco del derecho burgués, la sociedad pudiera escribir en sus banderas: ¡De cada cual, según sus capacidades; a cada cual según sus necesidades! Mientras tanto, podemos luchar porque llegue ese mundo forzando a la administración a que no sólo tuerza la línea recta de los renglones con los que escriben sus expedientes administrativos cuando quien tenga enfrente es un representante de los poderosos, sino también cuando se ocupe de vecinos quienes han obtenido todo lo que tienen gracias a vender su fuerza de trabajo.
El objetivo de alcanzar los 240.000 habitantes en 2025, escrito en la memoria del PGOU de Santander aprobado en 2012 por los concejales del PP y la abstención del PRC ha pasado por todos los trámites legales previstos por el ordenamiento, es un documento santificado por la legalidad formal, que no obstante contiene una descripción de las necesidades de la ciudad basadas en una ficción demográfica que justifica la construcción de nuevas zonas residenciales y conexiones viarias. Eso no convierte las fantasiosas previsiones de crecimiento en hechos reales: es una falacia argumental utilizada para seguir promoviendo construcciones residenciales con la esperanza de que haya bolsillos en otras comunidades limítrofes que puedan pagarse una segunda o tercera vivienda en Santander tras del estallido de la burbuja inmobiliaria, y es sólo eso. Las decisiones sobre la planificación urbana no son normas técnicas ajenas a la influencia ideológica del partido de gobierno en Santander los últimos 80 años, sino la plasmación del modelo de ciudad, el tipo de relaciones entre clases que el gobierno quiere plasmar sobre la geografía de Santander, un modelo que expulsó las clases populares del centro hacia la periferia tras el incendio de Santander y que no ha variado sustancialmente en las premisas ideológicas de sus contendidos en los siguientes planes salvo para acomodar a los llegados en el boom de crecimiento urbano de las décadas de los 60 y 70.
Las normas se crean conforme a una ideología muy concreta, y en el caso de Amparo Pérez hemos visto ante nuestros ojos el proceso que se ha repetido ya en demasiadas ocasiones ejecutado con las cartas marcadas del jugador que tiene todo el tablero de juego municipal. Es hora de cambiar tablero y jugadores.