Tribuna de Raquel Fernández, concejala de Cultura, Festejos y Personal del Ayto. de Cabezón de la Sal
Quienes ostentamos un cargo público, seamos de Izquierda Unida o de cualquier otra organización, debemos ser pedagógicos en nuestra labor diaria y explicar el uso que hacemos desde el consistorio del dinero que los vecinos y vecinas aportan con sus impuestos.
Durante la época estival los festejos se multiplican y, por tanto, el trabajo de preparación desde las concejalías como la que ocupo. Es durante el verano cuando los pueblos se visten de gala y echan el resto para que nativos y visitantes sientan el placer de lo festivo. Como toda actividad, ésta también puede generar inconvenientes durante su desarrollo, a menudo ligados a ruidos o suciedad, así como excepcionalidades que requieren la coordinación entre distintos organismos responsables de garantizar el bienestar y la seguridad durante estos días. Minimizar estas circunstancias que notan trabajadores, vecinos y visitantes depende indudablemente de una buena gestión en términos procedimentales pero también del buen uso que se haga de las partidas presupuestarias dedicadas a festejos.
De una u otra forma todo lo que se planifica cuesta dinero: un cohete que hace ¡Pum! no vale lo mismo que otro que hace ¡Pum, Pam! y es muy distinto del que hace ¡Pum, Pum, Pam! Es la ciudadanía quien costea éste y otros divertimentos y, en ocasiones, hay gente que no se da cuenta y les parece que no son suyas las perras sin acordarse de lo que antes han tenido que aportar. “¡Que lo pague el ayuntamiento!”, se oye. El ayuntamiento eres tú.
Cada céntimo que sale del ayuntamiento es de los vecinos. Y lo que se gasta en una cosa ya no vale para otra; decidir implica renunciar. Es importante saber que, por ejemplo, los fuegos artificiales (un espectáculo de apenas 15 minutos) tiene un elevado precio que implica dejar de dedicar recursos a otras opciones prioritarias, quizá más baratas y con mayor participación o mayor enriquecimiento cultural. Reconozco que estas líneas resultan una obviedad pero suele perderse en el maremágnum del “quiero, quiero, quiero” o el “podrían haber hecho esto o lo otro”.
Para dar una perspectiva más amplia, podemos acudir a los datos que ofrece Hacienda en 2015 (no muy diferentes de los actuales, dado el estancamiento de la economía). A modo de ejemplo, el gasto por habitante dedicado a festejos fue de 124,47€ en Noja, 94,44€ en Meruelo, 74,69€ en Rasines, 27,78€ en Colindres, o 15,08€ en mi municipio, Cabezón de la Sal, siendo yo la responsable de dar buen uso al dinero en este área. En Torrelavega fueron 9,88€/persona, con un presupuesto total de 528.000€ y en Santander 3,68€/persona y un presupuesto de 640.000€. Ojo, ciudades como Vigo y Torrejón, gastaron un millón más que Santander y Torrelavega. Sevilla, en fiestas es la primera, con 8.000.000€ de presupuesto. Nosotros estamos en 126.000 euros, y son para todo el año.
A tenor de los datos, a nadie se le escapa que un presupuesto municipal de 8.000€, que da para cinco bailes y cuatro cohetes de los que sólo hacen ¡Pum!, no es igual que uno de 200.000€ de ayuntamientos muy poblados, en los que da para cohetes ¡Pum, Pum, Pam! y otras muchas actividades; es decir, cuando hay poca población, aún con poco gasto, sube el aporte de cada vecino.
Estos días, el trabajo en el área que llevo como concejala se multiplica, ya que debemos hacer frente a todas las fiestas del municipio, incluido el Día de La Montaña, de ámbito y repercusión mayor a otras fiestas. Y toca gastar lo que hay presupuestado y lo que pueda llegar de particulares, patrocinios o del Gobierno autonómico. Y habrá que hacerlo con raciocinio, fijando prioridades y negociando mucho el precio de las distintas actividades.
Lo atractivo de unas fiestas tiene una relación directa con el dinero empleado que suele tratarse como “calidad”. Pero no lo es todo. Existe un factor que, a mi juicio, juega un papel más importante: la percepción de la calidad. Y ésta no depende siempre de los euros gastados sino del arraigo de las actividades realizadas, de si responden a las propuestas hechas y a las expectativas planteadas.
Quizá se entienda mejor con un ejemplo. Imaginemos que un ayuntamiento hace el parque más moderno, estético y original de la comarca, totalmente equipado y adaptado a los nuevos tiempos. En términos cualitativos podríamos calificarlo de 10. Sin embargo, si quienes van a hacer uso del mismo no lo sienten como propio sino como algo ajeno y lejano con lo que difícilmente identificarse, algo por lo que en ningún momento (ni cuando se tuvo la idea, se proyectó o se comenzaron las obras) se atendió a sus demandas o sugerencias, el disfrute y la percepción de esa gran calidad del parque no será el mismo.
Por ello, me permito hacer un llamamiento, no sólo a la crítica constructiva que pueda llegar y que se agradece, sino también a la participación tanto en la preparación de festejos y actividades, como en dar ideas para futuras ocasiones. Ese es mi deseo. Y espero que sea el de todos y todas.