Asistimos en las últimas semanas al anodino espectáculo sobre el futuro político de nuestro alcalde, Íñigo de la Serna. Parece ser que en su partido ya han solicitado a sus alcaldes si desean repetir o no como cabeza de lista (no pretendo inmiscuirme en la forma de elección de candidatos de otros partidos) y el señor De la Serna sigue deshojando la margarita.

Resulta que, para el también presidente de la Federación de Municipios y Provincias (FEMP), lo de ser alcalde de una ciudad como Santander siempre le ha parecido “poca cosa”. Desde su irrupción en política, como concejal de Medio Ambiente (en la época de la privatización del agua municipal), el “delfín” de Gonzalo Piñeiro ha apuntado alto y no ha sido extraño que su nombre incluso apareciera como posible ministro de Mariano Rajoy.

Desde Izquierda Unida siempre hemos censurado que De la Serna haya utilizado la ciudad como trampolín para su carrera personal. No negamos su legítimo derecho a que ocupe otro tipo de puestos que, a su juicio, sean más importantes, pero consideramos que el alcalde ha hecho dejación de funciones como tal para afianzar su carrera política.

Si analizamos fríamente la situación de Santander a día de hoy debemos tener en cuenta que los datos son desalentadores. Cada vez tenemos menos población, menos personas afiliadas a la Seguridad Social y más desempleados.

Desde que De la Serna es alcalde hemos perdido un 3,26% de población (a pesar de que el PGOU prevea un crecimiento de más del 47%), el paro ha crecido un 116% (un 5% en esta legislatura) y el número de afiliados a la Seguridad Social ha descendido un 10% (un 2% esta legislatura). Así tenemos que cuando en 2007 fue elegido alcalde había 182.000 habitantes, 6.604 parados y 94.682 personas trabajando, mientras que actualmente hay 176.000 habitantes, 14.289 desempleados y 85.244 afiliados a la Seguridad Social (nótese la pérdida de población activa). Algunos se acordarán de ZP, quien realmente fue un mal presidente de gobierno pues tomó medidas de gran trascendencia que no incluyó en su programa electoral (como la reforma del artículo 135 de la Constitución española), pero llevamos casi tres años de gobierno del Partido Popular con mayoría absoluta en las tres administraciones (municipal, autonómica y estatal) y la situación no deja de empeorar.

Los problemas reales de Santander son la ausencia de perspectivas de empleo y la consiguiente despoblación, aspectos que no se solucionan con supuestos macroeventos como el Mundial de Vela, la ínclita candidatura a la capitalidad de la cultura europea o el omnipresente proyecto Smartcity, del que se desconocen sus aplicaciones prácticas. Necesitamos imperiosamente crear puestos de trabajo y de calidad (lejos de restaurantes de comida rápida en la S-20) que otorguen estabilidad, y por tanto garantías de futuro, a quienes los desempeñen.

No necesitamos liberalizar horarios comerciales que lo único que consiguen, como se ha demostrado en otros lugares, es beneficiar a las multinacionales y empeorar la conciliación familiar de los empleados. No necesitamos regalar la mejor parte de la ciudad para que un multimillonario edifique su mausoleo.

Para ello desde Izquierda Unida apostamos por el fortalecimiento del tejido industrial de la ciudad (el cierre de la línea de cocinas de Teka ha supuesto otro duro varapalo), arraigar a la población joven (padecemos un envejecimiento preocupante) y una política de vivienda fundamentada en la realidad actual, puesto que resulta absurdo tener muchísimas viviendas de protección oficial inaccesibles para los solicitantes y seguir apostando por la construcción de “cascarones vacíos”. Todo ello sin olvidar a los barrios carentes de equipamiento, marginados sistemáticamente por el PP.

Todo eso es difícil de realizar, aunque no tanto si existe voluntad política, debido a la desastrosa gestión económica de los distintos gobiernos municipales, todos de derechas, que han ahogado al contribuyente santanderino en una mayor presión fiscal.

Ya hace muchísimo tiempo que Lenin habló de las “puertas giratorias“. El futuro político-laboral de Íñigo de la Serna nos preocupa muy poco siempre y cuando no exista una relación directa entre ese futuro y su gestión al frente del consistorio. Si resulta que el alcalde recibe algún tipo de “recompensa” personal por alguna de sus medidas algo olerá a podrido en nuestra bella ciudad. No todo está perdido puesto que estoy convencido de que somos más quienes creemos que otro Santander es posible.

 

Miguel Saro Díaz
Coordinador de Izquierda Unida de Santander
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Publicada en el Diario Montañes 16/09/2014